Mirage

Mirage

Avantgardo

Mirage, el espejismo, no es alucinación, sino una ilusión. Invita a acoger una imagen borrosa para negar el extravío, afirma destinos que aún buscan definirse. La fantasía nos hace salir del anonimato, instaura un territorio y establece las escalas para una tierra de autocreación. El oasis ilusorio se habita desde el exilio: somos extranjeros en nuestra propia ilusión; dentro de la fantasía todos somos ermitaños. El espejismo nos recuerda a la libertad salvaje, que no es sino la ausencia de límites. Ahí donde se enfrenta y se reconoce el espacio de la ausencia, el espejismo permite el exceso, un encuentro con la realidad que desborda la capacidad de nombrarla. No hay lugar al miedo. El oasis se alza como el velo que insiste en la suntuosidad en medio del desierto. Delante de él, nos vemos a nosotros mismos como dioses: estar en la lista, firmar un cheque con pluma Swarovski, leer una revista italiana en en tu Yate, hablar de vinos por años, salir de rehab con tus lentes Gucci, devolver el suéter que te prestaron con una bolsa de compras Prada, ver películas en francés sin subtítulos, un minibar lleno de aguas Evian, stilettos en la arena, un Jacuzzi en Aspen… El espejismo promete la ligereza, la frivolidad, una reducción en su sentido más original: comprar de nuevo. La ilusión no nos deja otra opción que gozar del deseo mismo, fantasear por la sobrevivencia.

Mirage forma parte de la exploración de Avantgardo sobre la manifestación estética de los medios que han condicionado la construcción del lujo como categoría social y la función organizacional de la opulencia en la cultura del consumo. La exhibición muestra representaciones que parten de objetos de consumo que han operado como referentes de la cultura pop y como símbolos privilegiados en el sistema de representación de la cultura de consumo en la segunda mitad del siglo XX. Avantgardo interpela los simulacros pop que configuran la performatividad de la clase social y el consumo conspicuo a través de un gesto absurdo en respuesta a las narrativas de la movilidad social. La realización precaria y fallida de las aspiraciones del lujo exhibe la imposibilidad de alcanzar el desplazamiento socioeconómico y pone en evidencia el déficit de referentes entre una clase y otra. A través de esculturas, videoarte, ensamblajes, registros fotográficos y performance se conjugan los aparatos culturales que operan en el espectáculo para replicar la experiencia de “lujo barato”, la forma en la que se constituye el gusto y los valores que han articulado la sensibilidad del consumista.

El lujo no aparece sin espectadores. Se reconoce en el deseo del otro y orienta al consumo como una forma de comunicación. Avantgardo acude a materiales baratos y de baja categoría ( característicos de la producción en masa) que activan la memoria física para (des)dibujar la distancia entre clases. Su familiaridad apela al placer por la posición del bien que se ha deseado para plantear un tensión entre el objeto de deseo y la satisfacción a través de los medios disponibles. El plástico y la sobreexposición de productos exponen los alcances del sistema de producción y reproducción. Se asumen el formato y las estrategias utilizadas en la publicidad, tal como el uso inverso del product placement, y muestra la diversión y frivolidad como elementos constitutivos del placer. Este esquema enfatiza el papel que juega la sorpresa, la emocionalidad y la inercia en los rituales de consumo para revelar las interacciones sociales que emergen de la publicidad. Se trata de productos de consumo a los que se les ha conferido una identidad propia y una interacción activa con su entorno expresada en teatralidad y atractivo. El animismo con el que Avantgardo se aproxima a los objetos de consumo encuentra en la posesión una relación íntima, complicidad y compañía, el fetiche por la mundanidad. ¿Para qué tener amigos cuando tenemos cosas?

Pedro Álvarez Luna.

ARTISTA